domingo, 12 de abril de 2020

Domingo de Resurrección

Ayer, convencido por Pablo, tomé la decisión de prorrogar el ayuno un día más. Hoy era mi jornada de recuperación (el día en que comenzaría a introducir de nuevo alimentos sólidos en el cuerpo). Pero Pablo, al que comenté el sábado que no estoy realmente pasando hambre ni me siento débil ni abatido, y que quiere que realmente haga penitencia, me dijo que aprovechase la situación para ampliar en un día la abstinencia e hiciese el ayuno hídrico (solo agua), con lo que limpiaría mejor el hígado y haría hincapié en la autofagia, esa especie de sistema de autorreparación celular.
Así que hoy me he preparado 2 litros de agua con un limón exprimido y un poco de sal y es todo lo que estoy ingiriendo.
Es obvio que hoy sí que noto el abatimiento. Me he pasado la mañana en la cama, haciendo la grasse matinée; luego por la tarde también he estado mucho tiempo en la cama, leyendo y mirando el móvil...

Hace un día espectacular ahí fuera. Un día callado y soleado.


Durante estos días he vuelto a mis amigos de toda la vida, me confortan sus llamadas telefónicas. Me gusta la gente que llama por teléfono, la confianza antigua, las conversaciones largas, el "person-to-person"; Facebook me parece un lugar muy cansino, me produce un enorme desasosiego, la verdad. Y Madrid, Madrid se me antoja como una ficción, como una noche larga y vertiginosa de bares y discotecas, un fogonazo de luz del que apenas nada agarra. Ayer me decía Concha, con la que estuve hablando durante más de dos horas, que era como si, de repente, con esta parada, con esta suspensión, nuestra historia vital se hubiese agolpado a la puerta de nuestra casa... supongo que se debe al hecho de estar durante tanto tiempo solo, pero es así, aunque no sepa explicarlo mejor. En este presente solitario, lleno de ecos de nosotros mismos (el olor de mi orina es fuerte estos días, dejo que se acumule en el wáter, así luego, cuando vuelvo al baño, siento el bofetón de su presencia, que es la mía), es como si hubiese ciertas cosas mejor guardadas que otras, ciertas capas vitales, ciertos amigos, ciertos recuerdos de la era preinternauta y analógica que hubiesen quedado mejor fijados...

 

Estoy viendo La noche americana de Truffaut. Quería ver La piel suave, que recomendaba Almodóvar en su artículo de hoy para El diario (no comment) pero al final me daba mucha pereza ver una película sobre adulterio de esta época y de Truffaut. La noche americana es un film cinematográficamente notable, muy didáctico, cine dentro del cine, pero como me pasa con gran parte de las pelis de este director, hay algo que encuentro envejecido, naïf... me pasa también con la obra de Italo Calvino. Entiendo la audacia, pero a mí no me interesa. En particular, me sobran los diálogos... demasiado heteruzos, demasiado tontorrones. Quizás los mejores momentos sean esos en que la historia avanza rápido, con la magnífica música de Georges Delarue...


Hoy pasan por la radio, a las 0:00 horas, Sleep, nana para un mundo frenético, la obra de 8 horas de Max Ritchter. Dejaré la radio puesta toda la noche...



Mañana vuelvo a comer sólido.También parece que vuelve la lluvia... Me siento lejos del mundo, lejos de las noticias, de las nuevas cepas, del sexo, de mi familia, de los amigos de aquí. Pero estoy satisfecho, ligeramente alegre... y en casa, confinado, tampoco se está mal. A falta de aventuras ahí fuera, ni políticas, ni sexuales, ni amicales, quizás sea el momento, de continuar con la aventura del saber (me llega remesa de libros mañana), y cuando pueda, estos días en que espero estar más ordenado, retomar mi proyecto de novela, comenzado hace más de un año y que sí, ironías de la vida, se iba a llamar Encierro, aunque no va de esto, y es todo lo contrario a esta especie de bagatela que decidí iniciar para que esta semana de ayuno no fuese el infierno. Y no, se ha parecido más al purgatorio.. ese purgatorio, presente continuo, que es nuestro paso por la Tierra.